Viajar en la tercera edad es algo cada vez más frecuente, por fortuna. En épocas muy recientes de nuestra historia, nuestra memoria inmediata aún atesora muchos recuerdos de aquellos ancianos (tanto si eran de pueblo como de ciudad) que, una vez llegados a la edad provecta, parecían retirarse de la vida. Por supuesto, apenas sí viajaban, y cuando lo hacían, era para recorrer distancias relativamente cortas para acudir a visitar o reunirse con sus seres queridos. Todavía hoy, todos conservamos, siquiera en cierta medida, la imagen mental del anciano que se sienta en un banco de la calle o del parque a ver la vida pasar, o que se limita a reunirse con sus amigos para jugar a las cartas y al dominó, o bien a ir al bar diariamente.
Aunque estas situaciones de cierta inacción y apatía en personas jubiladas todavía se observan cotidianamente en numerosos lugares, por suerte la mentalidad colectiva está cambiando al respecto. La vejez ya no es vista como un espacio de retirada vital, en que sentarse a contemplar el ocaso de la propia existencia. Hoy se extiende cada vez más el concepto y la práctica del envejecimiento activo y saludable, en que todavía es posible mantener en la vejez una vida sana y fructífera, en que se sigan cultivando las relaciones sociales y se sigan aprendiendo cosas nuevas. Ello frente al viejo y dañino de que en la vejez ya se ha vivido y se ha aprendido todo. Esta falaz idea conduce a la abulia de la persona anciana y contribuye a deteriorar su salud física, incluso convirtiéndose en una de las causas de las enfermedades de índole crónica que acechan a la edad provecta, más susceptible que otros estadios de la vida a tales amenazas.
Mantener vivas las expectativas de nuevas experiencias y aprendizajes es fundamental para el mero hecho de mantenerse vivos. La jubilación en sí es un problema de importante calado en la vida humana en las sociedades actuales, pues supone el momento en el que abandonamos nuestras ocupaciones laborales y profesionales, que otrora tanto espacio psicológico, de tiempo, vivencias e incluso geográfico, ocupaba en nuestra peripecia vital de cada día.
Esta pérdida de la vida laboral y profesional supone un lógico desconcierto para todo jubilado: de ahí el viejo y sardónico proverbio de que el mayor enemigo de los ancianos es la jubilación. Sin embargo, más allá de estos condicionamientos mentales e ideológicos (téngase en cuenta que, en la mentalidad de las sociedades occidentales como de otras latitudes, nuestro trabajo es o ha de ser nuestra vida), también hay que arrojar luz sobre un aspecto clave en este asunto: la jubilación es una oportunidad inapreciable de poseer mucho más tiempo libre, y una de las mejores formas de aprovecharlo es un buen viaje.
Las ventajas de viajar en las personas mayores
El viajar en la tercera edad comporta numerosas ventajas para la salud y para el estado psíquico y anímico de las personas mayores. Así, por ejemplo:
- Cultivar las relaciones sociales y conocer a gente nueva, lo cual siempre es sano y enriquecedor, y combate la tendencia al aislamiento social tristemente frecuente en las edades avanzadas.
- Reduce los signos de depresión y ansiedad. Viajar y el contacto con el exterior son un buen complemento antidepresivo y muy beneficioso para la salud mental de las personas mayores.
- La capacidad de atención mejora considerablemente al encontrarse en un entorno enteramente nuevo, que además le exige orientarse mejor. Ello previene todo género de problemas, trastornos y dolencias de tipo neurológico.
- Los muchos paseos y la mayor actividad se traducen en una mejora de la salud física.
- Viajar acrecienta la autoestima y la autonomía personal, así como la actitud vital positiva.
- El contacto con otros lugares, gentes y culturas abre los horizontes mentales y disipa las brumas de la cerrazón y el prejuicio.
- Mejora el carácter. Es un beneficio generalizado, pues viajar en cualquiera de sus modalidades, siempre hace disfrutar de mejor humor y mejor actitud ante la vida. Y es que, salir de vacaciones nos relaja, nos hace más felices y, en las personas mayores, estos síntomas tan positivos también tienen efecto reparador.
Viajar en la tercera edad es, por lo tanto, una experiencia provechosa y muy recomendable, que resulta ideal para las personas mayores. Pero, ¿cuáles son los viajes más recomendados y típicos para la tercera edad? Veamos:
Viajes recomendados para las personas mayores
Viajes del imserso: los viajes del imserso están pensados para las personas mayores que, después de la jubilación suponen una muy buena opción para conocer lugares y viajar con otras personas totalmente organizados y a precios bastante asequibles.
Playas: sin duda, es una de las mejores opciones de viajes para la tercera edad. El mar y el buen tiempo son el tándem perfecto para disfrutar de un viaje agradable en compañía de otras personas e, incluso, disfrutar de las tantas actividades que los lugares marítimos ofrecen a los visitantes.
Tanto si eres de los que te gusta la tranquilidad y relax bajo el sol, como si prefieres algo más movido, los destinos de playa ofrecen ambas posibilidades.
Balnearios: En los últimos tiempos se han puesto de moda, en un modelo de vacaciones en los que prima el descanso, bienestar y el relax. Es una forma de liberar el estrés, disfrutar de unos masajes, mejorar la circulación con circuitos termales y pasar unos días de descanso diferentes.
Cruceros: Si lo que prefieres es descubrir otros destinos, pero sin renunciar a la comodidad, un crucero puede ser una buena opción. Ofrecen todos los servicios, ya sea restaurantes, tiendas, descansar en la piscina o bailar por la noche en alguna sala de fiestas. Además, te permitirá conocer diferentes ciudades de una sola vez. Una manera cómoda de disfrutar de mar y un ambiente tranquilo.